Es casi 20 de noviembre. Paco nació en 1934 y cumple 80 años.
FELICIDADES MAESTRO.
Celebra sus 80 años con un concierto en Sevilla. Difícil diagnosticar lo que se está preparando pero huele muy bien.
El concierto del pasado día 10 en París completó el afaro (y parece que Paco no gusta). El pasado día 10 fueron muchas las novedades. Esta es la mejor que he leído.
Ambiente claramente ibérico y veterano -muy pocos jóvenes- el de anoche en el Théâtre des Champs Elysées de París ante el concierto-aniversario de Paco Ibáñez.
Apretujones y ansiedad de un lleno total, entre saludos y abrazos en un
español con acento francés, mezclado con un francés con acento español,
de gente ya mayor y asentada aquí de tiempo. Esta es tierra de acogida y
aquí se reúne la última, en el sentido de más reciente, generación de
refugiados, emigrantes y agobiados ibéricos. El cantante formó parte de
ella.
Paco Ibáñez (Valencia 1934), un hombre que se confiesa de
triple identidad, dos ibéricas y una gala, vasca, francesa y catalana,
según el orden cronológico de su biografía, fue uno de los que llegó
aquí en los cuarenta, huyendo a través de la montaña vasca de la
miseria, la opresión y el erial, para reunirse con el padre, un ebanista
anarcosindicalista residente en Perpiñán.
Infancia en el
caserío guipuzcoano de su tía, sin agua corriente ni electricidad, donde
aprendió euskera entre vacas. De Perpiñán a París, donde llega casi
analfabeto. Años después, a partir de 1964, de su primer disco con
portada daliniana musicando a Gongora y García Lorca, del que ahora se
cumple medio siglo, este cantante que nunca escribió un solo texto se
convertiría en el principal transmisor de la gran poesía española del
siglo de oro y los alrededores de la II República. Un público mayormente
poco leído, por no decir francamente ignorante, el de aquel país triste
y miserable de la dictadura al que la poesía universal en castellano le
llegaba a través de la cucharilla musical de Paco Ibáñez.
Un
pobre en París que repartía las castañuelas confeccionadas por su padre
por los teatros de la ciudad de las luces y las libertades, hoy venida a
menos pero aún brillante en su descontento y su murmullo ante la
globalización que empuja el declive de Francia. Teatros como en el que,
anoche, Ibáñez inició la gira de su octogenario cumpleaños, un Paco
Ibáñez con su voz grave de siempre, una voz que ha perdido la fuerza
sonora de antaño pero que conserva todo el espíritu.
Un concierto “con los amigos”; François Rabbath, el chelo que aparece en Andaluces de Jaén y
en tantos otros acompañamientos, elegantes y minimalistas, de la
sencilla música del cantante; Mario Mas a la guitarra flamenca, el
bandoneón de César Stroccio, el saxo de Gorka Benítez y el acordeón de
Joxan Goikoetxea; su propia hija, Alicia, y el hijo del pintor
venezolano Jesús Soto, compañero de Ibáñez en su etapa parisina rasgando
su arpa llanera con otros dos acompañantes.
No era en absoluto
una orquesta, los músicos fueron pasando para acompañar puntualmente a
Ibáñez en su cumpleaños. No fue un concierto para gustar a un público
nostálgico, fue una celebración en compañía, entre amigos. Y funcionó:
hubo plena conexión con el público que cantó -y sin desafinar- canciones
enteras. Un poco de todo; desde el Soldadito de Bolivia, hasta Góngora y Quevedo, pasando por las Palabras para Julia.
Sentimientos a flor de piel y rebeldía. Canciones en euskera, en
hebreo, castellano y naturalmente en francés, “homenaje a este país que
me acogió” y hacia el que son extremadamente raros los españoles
exiliados o refugiados que no sientan gratitud o afinidad. Y en ese
homenaje, Georges Brassens, “el trovador más grande de la historia”.
Ignorando las peticiones del A galopar de Alberti, una canción
quizá demasiado fuerte y enérgica para un octogenario, Ibáñez concluyó
su concierto con el clásico de Brassens Les copains d'abord, una canción que los jóvenes franceses inquietos aún tatarean hoy mientras friegan los platos.
El cantante bautizó su concierto-aniversario con los amigos con la palabra Vivencias.
Entre canción y canción, explicaciones sobre su vida, su trayectoria
vital, infantil primavera vasca, juvenil verano parisino y ahora el
otoño catalán afincado en una Barcelona que pierde el alma por momentos
con su venta al turismo, dice. Nos enteramos, entre otras cosas, de su
época de residente en Tel Aviv y de su fuerte vínculo personal con
Israel, país que ama, pero con el Israel bueno, explicó, no con ese que
aplasta palestinos. “Mi posición es clara”, dijo. La gira continuará en
Sevilla, Barcelona y San Sebastián, con algunas prolongaciones en
capitales europeas y latinoamericanas.
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